Combinar las disciplinas artísticas de la fotografía y la pintura en una misma obra ha sido un verdadero reto
Reconozco que soy puramente individualista. Creo que la creación artística es una expresión nacida de las emociones propias; son las vivencias y las inquietudes personales las que hacen que se plasme algo en una obra. Por eso me parece que plasmar en un mismo trabajo el resultado de las inquietudes de dos personas es harto difícil.
Rechacé la propuesta de anunciar la bendición del Divino Redentor con una obra conjunta con mi admirado Luis de la Pura. La propuesta de mi querido amigo, el Padre Curro, me pareció un disparate. No, Curro. Eso es difícil técnicamente y muy complicado artísticamente. Que lo haga Luis.
Pero al final, se hizo.
Mis preocupaciones
Todos los creadores artísticos me merecen un profundo respeto. Todos. Pero mi querido Luis de la Pura tiene además de mi respeto, mi profunda admiración. Eso hacía difícil este reto. Desde el primer momento tuve claro que no quería condicionar su trabajo, ni quería limitar su proceso creativo. Una responsabilidad grande crear junto a un artista de la talla de Luis de la Pura.
El siguiente gran problema era técnico. ¿Cómo imprimir una fotografía y pintar sobre ella? ¿Qué papel usar? ¿Era mejor imprimir en un papel de acuarela o en uno fotográfico? ¿Condicionaría el papel el comportamiento de las pinturas que usaría Luis más tarde? Apostaba a que sí.
Yo en Algeciras y Luis en Sevilla. Y el tiempo para entregar la obra terminada no era precisamente muy amplio.
Y si parecía poco todo lo anterior, no había nada que fotografiar. Nada. Íbamos a hacer un cartel combinando fotografía y pintura pero no había nada que fotografiar. Había que afinar la creatividad.
Entre amigos
Cuando dije que no, no lo hacía con la boca pequeña. Lo decía de verdad. De hecho, casi siempre digo que sí.
Tranquilo, que eso va a salir bien. Lo hacéis los dos. Mi amigo Curro, además de tener unas inquietudes artísticas enormes, tiene mucho tesón. No sé si me convenció o no, pero entre amigos, los tres juntos, eso iba a salir adelante. Con mucho respeto por los demás, asumiendo la responsabilidad de anunciar algo de tanta importancia, pero entre amigos.
Que lanzara una nota de prensa anunciando nuestro nombramiento para realizar la obra, pese a mi negativa, ayudó a convencerme. Era una manera de decirme que confiaba en mí más de lo que estaba haciéndolo yo.
¿Cómo se hizo el cuadro de la bendición del Divino Redentor?
Había que resolver qué se fotografiaba y cómo. No me gustan las obras anunciadoras de bendiciones que muestran la imagen que se va a bendecir. Creo que hay que guardar ese rostro hasta encontrarlo por primera vez cuando corresponde, que no es en un cartel.
La talla estaba sin terminar y no teníamos nada. ¿Qué podía fotografiar? Podía intentar fotografiar el boceto en barro y seguir una línea continuista con el cuadro de la bendición de Nuestra Señora del Buen Remedio, en el que aparecía en madera y que también era obra de Luis de la Pura. Me saltaría ese criterio de no mostrar el rostro, pero en esta ocasión, podía tener cierto sentido.
¿Dónde estaba el boceto en barro? En Jaén. Y parecía que allí iba a seguir. Bastó un mensaje a Antonio Parras, el imaginero que estaba trabajando en la obra, para que en un par de días el proyecto de la obra, hecho en barro, estuviera conmigo.
Luis de la Pura tenía claro cómo tenía que ser la fotografía. Quería espacio en blanco para poder colocar uno de sus típicos corazones que se han convertido en su seña de identidad. Que se vean los rasgos, como si estuviera pintado. Tú lo que quieres es una fotografía en clave alta.
Y Sandra y yo nos pusimos manos a la obra. Había que trabajar con un boceto en barro con los brazos cortados, pero que no podía aparecer mutilado en las fotografías. Un rollo de papel kraft blanco convertido en fondo de estudio y un par de flashes bastaban para ejecutar la idea. Y Sandra sujetando con mimo una obra que pesaba bastante pese a su tamaño.
A mí me gusta enseñar los datos EXIF e indicar los equipos que se utilizan, así que ahí van:
Ahora había que adaptar la fotografía al tamaño que pedía Luis de la Pura, que ya tenía preparado un bastidor de madera y una estructura para pegar la fotografía y trabajar sobre ella. Intenté que los bordes inferiores se convirtieran en un degradado.
Para terminar, sólo había que adaptar poco a poco la fotografía a la idea de Luis de la Pura. Lo movemos un poco hacia arriba, un poco más de contraste, hagámoslo un poco más pequeño… ¡Qué pequeñas son las distancias con las nuevas tecnologías!
Y así, llegamos al resultado final, en lo que a fotografía se refiere.

Mi obsesión
La armonía. La gran dificultad de este proyecto para mí, su hubiera tenido que elegir sólo una, era la armonía. Una obra realizada entre dos personas tenía que presentarse como si la hubiera hecho una. Y si combinaba dos disciplinas tan dispares como la fotografía y la pintura, debía haber armonía entre ambas.
Ese era el verdadero reto. Conseguir armonía. Que la fotografía y la pintura se unieran en una obra armónicamente.
La impresión
Una de las dificultades técnicas la encontrábamos en la impresión. ¿Qué papel podíamos usar para que la fotografía estuviera bien impresa y que se pudiera trabajar sobre ella? No tenía ni idea. Así que tenía que recurrir a alguien de confianza. No conozco a nadie que sepa más de impresión que Pepe Gutiérrez, que combina ser un magnífico impresor, un fotógrafo de diez y buena persona. ¿Se puede pedir más?
La solución propuesta fue un papel Hahnemühle Torchon. No había tiempo para pruebas de impresión, ni para probar el comportamiento del papel con la acuarela, el grafito y los materiales que iba a usar Luis de la Pura, así que tocaba confiar en su pericia.
Como Pepe Gutiérrez es un veterano y le apasiona todo lo que hace, nos prestó un trozo de papel para hacer alguna prueba rápida, que se acompañó a la impresión definitiva. Digamos que con ese trozo se podía probar si se avecinaba algún desastre y cómo resolverlo antes de toparte con los problemas en la impresión original.
El resultado final
Una impresión realizada en un papel de 42×72 centímetros llegó a Sevilla con una rapidez pasmosa. Casi como si la hubiera enviado por WhatsApp. Y Luis de la Pura se puso a trabajar y empezaron los problemas. No era un papel de acuarela y, por lo tanto, no se comportaba como un papel de los que usa normalmente.
Y ahí se unieron su experiencia y su arte. Empezó a trabajar y en una explosión de creatividad, con pinceles, acuarelas, lápices y bolígrafos, terminó la obra que había nacido en una cámara fotográfica. Fiel a su estilo. Con mucho respeto por la fotografía, tanto como el que había tenido yo por el trabajo que él iba a realizar. Respetando los dos al arte, se haga con una cámara o con un pincel.

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